por Inés Vázquez
Bueno, pues finalmente ha ganado Donald Trump. Y a mí que no me ha sorprendido... Estados Unidos es un lugar (que no un país, en el sentido más clásico de la palabra) realmente peculiar. No olvidemos que se formó a golpe de rifle y de cabalgadura, al grito de “primer” como única ley para reclamar la propiedad de un suelo, sin entrar en detallar ahora los exterminios de población nativa y otras hazañas. Después sí, eso sí, unos señores ilustrados escribieron la Constitución. Pero el pueblo estaba a otra cosa, y buena parte, aunque no toda, lo sigue estando.
Cualquiera que conozca los States, y no me refiero a Nueva York, Chicago o San Francisco, sino a la América profunda, sabrá de lo que hablo. He tenido la oportunidad de viajar por Estados Unidos y conocer estados como Dakota del Sur, Oregon, Louisiana, Montana, Texas, Nuevo México, Washington..., además de las clásicas ciudades de las costas este y oeste, que son tan americanas como inglesa pueda ser Londres o francesa París... es decir, muy poco.
Pude comprobar de primera mano que una gran parte de la población norteamericana vive completamente al margen, ya no del resto del mundo, sino incluso al resto de los Estados que conforman los EEUU. Tuve que explicar muchas, pero muchas veces, donde estaba España, aclarar que no estaba al oto lado del Río Bravo y que no se hablaba portugués... Pero que no conocieran España me resultó un mal menor al ver que tampoco sabían mucho de lo que sucedía en su propio país..., ni les importaba. Existe una ignorancia proverbial en gran parte de la población de los Estados Unidos, y no me refiero a la falta de conocimientos por falta de oportunidades, sino a la ignorancia que nace del desinterés.
Yo he sido recibida en Rapid City por un señor de largas barbas, desnudo de cintura para arriba y con un rifle en la mano. Este señor regentaba un hostal y al verme llegar y saberme extranjera salió a recibirme de esta guisa. El ADN de la “conquista del oeste” es muy profundo... Y Trump lo sabe.
La victoria de Trump es un cúmulo de factores que podríamos definir como “se juntaron el hambre y las ganas de comer”.
A la idiosincrasia ya descrita se ha sumado una rival política, Hillary, que no ha pérdido por ser mujer, como he leído en algún sitio (dejemos las mujeres de hacer estas reflexiones porque no hacemos más que colocarnos una y otra vez a nosotras mismas en posición de víctimas) sino porque ha aburrido a las ovejas. Así de simple. La gente, y no sólo en EEUU, está cansada del lenguaje vacuo, políticamente correcto, gris, repetitivo, del discurso grandilocuente, del “donde digo digo digo Diego” y sigo sonriendo como si nada. Hillary no ha sabido ilusionar, ha sido la viva imagen de lo que más temen muchos norteamericanos, el gris de las instituciones, la maquinaria estatal que viene a decirme lo que tengo que hacer, a mí, que construí América, rifle en mano, eso sí.
Hillary ha sido una melodía antigua que no ha dado ganas de bailar a los suficientes votantes como para frenar el sinsentido de Trump. Pero Trump conoce muy bien América y sabía que la gente está cansada de música de ascensor y quería un poquito de punk. Y se lo ha dado, vaya si se lo ha dado...
Lo peor de la victoria de Trump no es la victoria de Trump, sino lo que se esconde detrás. La incapacidad de ofrecer discursos alternativos lo suficientemente ilusionantes, cercanos, creativos y esperanzadores que opaquen la “llamada a las tripas” que ha hecho Trump. Qué tio más hijoputamente listo!
De todas formas, que no cunda el pánico. Más arriba, mucho más arriba, las 18 familias que realmenten manejan el cotarro mundial no van a dejar que el punk de Trump se cargue sus intereses económicos, su añejo status quo.
Y es que ya lo dijo Lampedusa, o Tancredi si han visto “Il Gattopado”: "Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie". "¿Y ahora qué sucederá? ¡Bah! Tratativas pespunteadas de tiroteos inocuos, y, después, todo será igual pese a que todo habrá cambiado". "…una de esas batallas que se libran para que todo siga como está".