Carol de Swaan fue la tercera mujer de Carlos Velo. Con ella compartió los útimos años de su vida. Hemos tenido la suerte de poder entrevistarla con motivo del I FICCVelo y ser partícipes de sus recuerdos.

L.P. ¿Qué recuerdos guarda de Carlos Velo y de los años que compartió con él?
C. de S.: Recuerdo a Velo, muy frecuentemente, sigue formando parte importante de mi vida actual. Fue sobresaliente conversador: podía versar sobre prácticamente cualquier tema, y siempre tenía algo que aportar. Una charla agradable y culta, que profundizaba algo más que el común , revelando conocimientos científicos de forma amena. Era un auténtico difusor de las ciencias, admirador de la naturaleza y de la vida de los animales, sobre todo de los insectos y de su vida amorosa.
Le costaba dejar su trabajo para participar en reuniones sociales, para él lo ideal era dedicarse de lleno a lo que en ese momento ocupara su tiempo “libre”. Pero si decidía participar lo hacía con entrega y lo disfrutaba plenamente, igual que sus oyentes.
Aunque ya nos conocíamos, empezamos a profundizar la relación cuando echó a andar el Centro de Capacitación Cinematográfica, del que sería fundador y primer Director. Me invitó a trabajar con él para construir una biblioteca cinematográfica, un centro de documentación, y sobre todo, estar atenta a las demandas de los estudiantes.
-Tú debes ser como una especie de mamacita en la que confíen, para que me informes sobre sus problemas- me dijo al dibujar el perfil que requería.
Se dedicó de lleno a analizar cuidadosamente los planes de estudio de las mejores escuelas de cine del mundo, para elaborar el propio, considerando las condiciones específicas de México. Auténtico apasionado de su trabajo dedicó horas a elaborar el plan de estudios, establecer las necesidades de la instalación discutiendo con el arquitecto las dimensiones y especificidades del cuarto de edición, de grabación de sonido, del pequeño auditorio. Elaborando la lista del personal requerido, desde el subdirector del CCC hasta los maestros de guión, edición, producción y dirección que seleccionó con esmero, creando una plantilla de docentes de primer orden.
Cualquier distracción de este quehacer lo alteraba profundamente. Solo quería dedicar su tiempo a este propósito.
Ya cuando el CCC empezó a funcionar dedicaba la mayor parte de su tiempo “libre” a un proyecto que quedó inconcluso: un diccionario de voces específicas de cine y televisión en español. Ese fue parte de mi quehacer durante el tiempo que trabajé con él en el CCC. Su chofer fotocopiaba diccionarios de términos técnicos en inglés y francés y alguno antiguo en español, y luego los pegaba en tarjetas de trabajo. Leyendo las diversas voces yo debía intentar redactar la voz final, siempre bajo su supervisión. Así fue creciendo mi admiración por él, que corregía acertadamente mis errores de redacción; siempre me sorprendía con sus conocimientos, lo acertado de sus correcciones y con su enorme capacidad de trabajo.
Poco después nos casamos y durante los años que vivimos juntos traté de proteger su tiempo “libre” para dar salida a su creatividad y perfeccionismo en lo que emprendía, agradecida de que el tiempo que me dedicaba fuera también de excelente calidad, inolvidable.
C. de S.: Recuerdo a Velo, muy frecuentemente, sigue formando parte importante de mi vida actual. Fue sobresaliente conversador: podía versar sobre prácticamente cualquier tema, y siempre tenía algo que aportar. Una charla agradable y culta, que profundizaba algo más que el común , revelando conocimientos científicos de forma amena. Era un auténtico difusor de las ciencias, admirador de la naturaleza y de la vida de los animales, sobre todo de los insectos y de su vida amorosa.
Le costaba dejar su trabajo para participar en reuniones sociales, para él lo ideal era dedicarse de lleno a lo que en ese momento ocupara su tiempo “libre”. Pero si decidía participar lo hacía con entrega y lo disfrutaba plenamente, igual que sus oyentes.
Aunque ya nos conocíamos, empezamos a profundizar la relación cuando echó a andar el Centro de Capacitación Cinematográfica, del que sería fundador y primer Director. Me invitó a trabajar con él para construir una biblioteca cinematográfica, un centro de documentación, y sobre todo, estar atenta a las demandas de los estudiantes.
-Tú debes ser como una especie de mamacita en la que confíen, para que me informes sobre sus problemas- me dijo al dibujar el perfil que requería.
Se dedicó de lleno a analizar cuidadosamente los planes de estudio de las mejores escuelas de cine del mundo, para elaborar el propio, considerando las condiciones específicas de México. Auténtico apasionado de su trabajo dedicó horas a elaborar el plan de estudios, establecer las necesidades de la instalación discutiendo con el arquitecto las dimensiones y especificidades del cuarto de edición, de grabación de sonido, del pequeño auditorio. Elaborando la lista del personal requerido, desde el subdirector del CCC hasta los maestros de guión, edición, producción y dirección que seleccionó con esmero, creando una plantilla de docentes de primer orden.
Cualquier distracción de este quehacer lo alteraba profundamente. Solo quería dedicar su tiempo a este propósito.
Ya cuando el CCC empezó a funcionar dedicaba la mayor parte de su tiempo “libre” a un proyecto que quedó inconcluso: un diccionario de voces específicas de cine y televisión en español. Ese fue parte de mi quehacer durante el tiempo que trabajé con él en el CCC. Su chofer fotocopiaba diccionarios de términos técnicos en inglés y francés y alguno antiguo en español, y luego los pegaba en tarjetas de trabajo. Leyendo las diversas voces yo debía intentar redactar la voz final, siempre bajo su supervisión. Así fue creciendo mi admiración por él, que corregía acertadamente mis errores de redacción; siempre me sorprendía con sus conocimientos, lo acertado de sus correcciones y con su enorme capacidad de trabajo.
Poco después nos casamos y durante los años que vivimos juntos traté de proteger su tiempo “libre” para dar salida a su creatividad y perfeccionismo en lo que emprendía, agradecida de que el tiempo que me dedicaba fuera también de excelente calidad, inolvidable.

L.P.: ¿Cómo vivía Carlos Velo la relación con Galicia desde la distancia y cómo fue aquél encuentro-homenaje en Carballiño en 1985?
C. de S.: Siempre mantuvo un vínculo cercano con Galicia. Fue fundador del Patronato Gallego en México y dedicó su pasión a la edición de la revista Vieiros, que llevaba a Galicia su amigo Luis Soto, en pleno franquismo, arriesgando su vida en ello. La revista tenía como propósito esencial conservar el idioma gallego, y ser un elemento de lucha en contra del despiadado autoritarismo franquista, un baluarte de libertad que defendía los principios republicanos. Se editaron pocos números, porque era un esfuerzo enorme, de gran calidad y perfeccionismo, como todo lo que emprendía.
Se mantuvo firme en sus principios liberales el resto de su vida y a pesar de que no pasaba el tiempo en las tertulias de los republicanos que se dedicaban a discutir la batalla del Ebro, y otros aspectos de la lucha en contra del franquismo. Pero Galicia fue parte de sus más hondas preocupaciones y le dolía profundamente estar lejos. Añoraba su patria con verdadera saudade.
Quizás por eso el reconocimiento de la Junta de Galicia al otorgarle el premio Maestro Mateo primero y luego el festival de Carballiño fueron tan importantes para él. Lo acompañé en ambas ocasiones al reencuentro con su tierra natal y sus compatriotas, que ahora lo reconocían casi como un héroe.
El tremendo impacto que le causó de ver pendones con su imagen colgados por las calles de Carballiño, el verse rodeado de jóvenes quienes solicitaban sus conejos y de periodistas que requerían de entrevistas, lo entusiasmaron. Terminaba exhausto, pero se sintió verdaderamente reconocido.
Disfrutó mucho de la compañía, de que escucharan su tesis sobre la irrelevancia del medio, ya fuera video o cine, lo importante era transmitir el mensaje, la historia, en forma clara, cualquiera que fuera el medio.
También gozó de la comida, que para eso se pintaba solo. Y de la compañía de nuestros queridos amigos Luis Álvarez Pousa y de su mujer, Concha Pino, que nos recibieron en su casa y nos faltaba tiempo para las deliciosas las conversaciones que se alargaban al menos hasta la media noche
C. de S.: Siempre mantuvo un vínculo cercano con Galicia. Fue fundador del Patronato Gallego en México y dedicó su pasión a la edición de la revista Vieiros, que llevaba a Galicia su amigo Luis Soto, en pleno franquismo, arriesgando su vida en ello. La revista tenía como propósito esencial conservar el idioma gallego, y ser un elemento de lucha en contra del despiadado autoritarismo franquista, un baluarte de libertad que defendía los principios republicanos. Se editaron pocos números, porque era un esfuerzo enorme, de gran calidad y perfeccionismo, como todo lo que emprendía.
Se mantuvo firme en sus principios liberales el resto de su vida y a pesar de que no pasaba el tiempo en las tertulias de los republicanos que se dedicaban a discutir la batalla del Ebro, y otros aspectos de la lucha en contra del franquismo. Pero Galicia fue parte de sus más hondas preocupaciones y le dolía profundamente estar lejos. Añoraba su patria con verdadera saudade.
Quizás por eso el reconocimiento de la Junta de Galicia al otorgarle el premio Maestro Mateo primero y luego el festival de Carballiño fueron tan importantes para él. Lo acompañé en ambas ocasiones al reencuentro con su tierra natal y sus compatriotas, que ahora lo reconocían casi como un héroe.
El tremendo impacto que le causó de ver pendones con su imagen colgados por las calles de Carballiño, el verse rodeado de jóvenes quienes solicitaban sus conejos y de periodistas que requerían de entrevistas, lo entusiasmaron. Terminaba exhausto, pero se sintió verdaderamente reconocido.
Disfrutó mucho de la compañía, de que escucharan su tesis sobre la irrelevancia del medio, ya fuera video o cine, lo importante era transmitir el mensaje, la historia, en forma clara, cualquiera que fuera el medio.
También gozó de la comida, que para eso se pintaba solo. Y de la compañía de nuestros queridos amigos Luis Álvarez Pousa y de su mujer, Concha Pino, que nos recibieron en su casa y nos faltaba tiempo para las deliciosas las conversaciones que se alargaban al menos hasta la media noche
L.P.: ¿Qué recuerdos u opinión guardaba él de aquellos primeros documentales que retrataban el costumbrismo gallego?
C. de S.: Contaba con gusto cómo había descubierto el cine: le fue rechazada su tesis en la que planteaba quelas abejas tenían una forma de comunicación. (Mas tarde Von Frish obtendría el premio Nobel por ese planteamiento) Decidió fotografiar el baile de las abejas exploradoras al regresar al panal, para demostrarlo. En la propia tienda le propusieron que sería mejor filmarlas y optó por una cámara de registro en movimiento. Fue así como conoció el cine y las múltiples posibilidades que presentaba para exponer la problemática social.
Emprendió con Mantilla la producción de Galicia, y La Ciudad y el Campo, entre otros cortometrajes documentales, que serían su pasión por el resto de su vida.
La pérdida de su película Galicia lo entristeció profundamente. Recuperó algunos minutos de su producción años más tarde, pero leí que en el 2010 un profesor ruso había encontrado 20 minutos más de la filmación en Moscú. Le hubiera encantado saberlo. Lo que conservó fue el dibujo que hizo Castelao para el fondo de los créditos.
C. de S.: Contaba con gusto cómo había descubierto el cine: le fue rechazada su tesis en la que planteaba quelas abejas tenían una forma de comunicación. (Mas tarde Von Frish obtendría el premio Nobel por ese planteamiento) Decidió fotografiar el baile de las abejas exploradoras al regresar al panal, para demostrarlo. En la propia tienda le propusieron que sería mejor filmarlas y optó por una cámara de registro en movimiento. Fue así como conoció el cine y las múltiples posibilidades que presentaba para exponer la problemática social.
Emprendió con Mantilla la producción de Galicia, y La Ciudad y el Campo, entre otros cortometrajes documentales, que serían su pasión por el resto de su vida.
La pérdida de su película Galicia lo entristeció profundamente. Recuperó algunos minutos de su producción años más tarde, pero leí que en el 2010 un profesor ruso había encontrado 20 minutos más de la filmación en Moscú. Le hubiera encantado saberlo. Lo que conservó fue el dibujo que hizo Castelao para el fondo de los créditos.