© Virxilio Vieitez, VEGAP, 2013
No quismos perder la oportunidad de asistir a un espectáculo impagable: la ocasión de ver de un tirón una gran cantidad de fotografías de Virxilio Viéitez, expuestas hasta el 19 de mayo en el Espacio Fundación Telefónica
Paseando entre todas estas imágenes el espectador experimenta un colapso de hiperrealidad. Lo que vemos nos interpela de forma tan directa que el espacio-tiempo desaparece y todo aquello que pudiera parecernos lejano, el día a día tan carnal de muchos pueblos, nos atrapa en su dimensión analógica de la realidad, ofreciéndonos su versión más amable y dominical de traje de gala.
Entre la nostalgia, la ternura y una cierta inquietud, desfilan miradas, poses, sonrisas, pantalones de raya planchada y moños de haber madrugado mucho. Podemos oler el gasoleo del coche, el varon dandy del novio de nuestra hermana, la taza de vino en el mostrador, el aire fresco de una primavera que aún se resiste, pero por encima de todas las cosas, la sangre y el sudor de existencias auténticas que trascienden el instante robado para imponerse con la fuerza que sólo tiene lo humano.
Es reconfortante comprobar que, pese a este mundo virtual que se nos impone como una piel adherida, una vez fuimos tierra, piedra, camisa del domingo y vestido de modista. Una vez fuimos de verdad, y no queda tan lejos...
Paseando entre todas estas imágenes el espectador experimenta un colapso de hiperrealidad. Lo que vemos nos interpela de forma tan directa que el espacio-tiempo desaparece y todo aquello que pudiera parecernos lejano, el día a día tan carnal de muchos pueblos, nos atrapa en su dimensión analógica de la realidad, ofreciéndonos su versión más amable y dominical de traje de gala.
Entre la nostalgia, la ternura y una cierta inquietud, desfilan miradas, poses, sonrisas, pantalones de raya planchada y moños de haber madrugado mucho. Podemos oler el gasoleo del coche, el varon dandy del novio de nuestra hermana, la taza de vino en el mostrador, el aire fresco de una primavera que aún se resiste, pero por encima de todas las cosas, la sangre y el sudor de existencias auténticas que trascienden el instante robado para imponerse con la fuerza que sólo tiene lo humano.
Es reconfortante comprobar que, pese a este mundo virtual que se nos impone como una piel adherida, una vez fuimos tierra, piedra, camisa del domingo y vestido de modista. Una vez fuimos de verdad, y no queda tan lejos...